Entonces lo comprendí todo.
Acababa de llegar al andén donde le esperaría, donde por fin le vería aparecer entre la multitud, una cara conocida entre desconocidos que haría despertar a mis mariposas interiores...
En esos minutos de espera, pensando, me di cuenta. Mis dudas, mis miedos, me atrapaban en la espiral que daba vueltas en mi cabeza. ¿Vendrá? ¿Esperará verme aparecer como yo lo espero, con estas mismas ganas?
En ese momento lo entendí. Para mí no era una simple espera en aquella estación compartida con gestos y miradas furtivas, con las risas y conversaciones de ese niño y el calor de su familia, que al igual que yo, esperaban a alguien, de esa compañía que se cernía alrededor de la soledad de mi asiento...
"Cuando nos encontremos dejaré atrás esta soledad", me decía a mi misma.
Pero ¿realmente iba a ser así? Empecé a darme cuenta de que para él era posiblemente un mero trámite para llegar a convencerse de que sí quiere mi compañía, o de que no la quiere... Y mientras yo, segura de ansiarle a mi lado, como esperando su veredicto que me aceptase o rechazase... No, eso no me gusta.
Pero ¿cómo hacer que vea lo que siento, que me desee como yo a él?
Me siento, me vuelvo a poner en pie. Paseo de un lado a otro, miro mi reflejo en cualquier cristal... así es como él me verá dentro de un momento... Peino mi pelo, arreglo mi chaqueta, vuelvo a mirar mi reflejo... Sí, está igual que antes, no hay nada que hacer.
Por megafonía anuncian la llegada de su tren. Algo dentro de mí sufre un pellizco repentino al ver pasajeros bajando de los vagones.
Ese es el andén.
Espero en la lejanía a verle aparecer.
No le encuentro con la mirada. Todas esas dudas me envuelven con mayor fuerza... ¿y si no ha venido?
Los viajeros se encuentran con los abrazos de quienes les esperan.
Sigo sin verle. Intento enmascarar la impaciencia, que empieza a asomarse en forma del movimiento nervioso de mis dedos, sin saber dónde posar mis manos.
Al fin, rodeado de un grupo de jóvenes que ríe con ganas, veo su figura. El vuelco esperado aparece en mi estómago...."ahora no me abandones, seguridad".
Me sonríe a lo lejos. Le sonrío. Ya se acerca...
Leo en su mirada... entonces vuelvo a comprenderlo todo, al igual que durante los anteriores 15 interminables minutos de la espera a su encuentro... Comprendo que no puedo hacer virar sus sentimientos a semejanza de los míos...
Toma mis manos, sonríe...
-"Hola, ¿esperas desde hace mucho?"
-Casi una eternidad...
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